domingo, 22 de junio de 2008

hoy no tengo mucho que decir, pero quiero escribir mientras me tomo el té helado



por las mañanas,
debo ser una especie de señal horaria
para el señor del kiosco,
la mujer que pide arrodillada en santa engracia
y el guardia de seguridad de Bankinter.

deben pensar: bien... ya es la una.

la una,
la sola.

Claro.

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Intuition es una canción de Feist
que me hace llorar.
Y eso que ni siquiera la entiendo bien.

Me hace llorar.
Y ya está.

Luego me lavo la cara con agua fría,
y así me quito la calentura de las mejillas.
Después cierro un poquito los ojos...

Se quedan limpios,
fresquitos,
sin rimel, ni pena, ni nada.

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Hoy una niña adivinó mi nombre
con sólo decirle la primera letra.
A mí me costó más.
Al séptimo intento.
Ella se alegró mucho por mí.
Porque lo conseguí.

Hace tiempo que no consigo nada,
he dejado de insistir,
demasiados intentos,
o quizá ya no veo las cosas como la pequeña.
Ella piensa que a la séptima,
sigue siendo un triunfo.

Lucía, se llamaba Lucía.

martes, 17 de junio de 2008

si lloran frente a mi, no me sale una palabra inteligente

cuando salí por la mañana
el sol me quemaba los hombros
y las sandalias rojas
a penas cubrían mis pies.

Cuando alguien regresa
sin haberse ido,
y te enseña todo lo que puede enseñar,
se vuelven ridículos
tus mensajes cifrados,
y ni parpadeas,
para que comprenda cuanto te gustaría decir,
y no te sale.

Vino más canija,
la niña de ojos grandes.
Tan linda y complicada como siempre.

Hubiera parado el reloj,
sólo un poquito.
Quien tuviera amigos como los de Momo...

Pero ambas tuvimos que irnos,
hasta otra.
Cada una con sus batallas,
no me lo regalan todo por las mañanas,
y sin embargo,
me repito una y otra vez
que estoy aquí
y no lo estoy haciendo mal.

Ella tampoco lo hace mal,
ojalá no se le olvide.

Me fui a trabajar con menos ganas que nunca,
y el lunes voló.

Llovía mucho de regreso a casa
y las sandalias rojas
a penas cubrían mis pies

domingo, 8 de junio de 2008

vuelvo a escribir borracha y eso dijimos que era trampa





sigo viva, claro...

soy la que tropieza al bajar del metro
y se vuelve a casa a respirar por dos días.

la que se duele por dentro.

un poquito, eso sí.
no tanto como la última vez

Porque ahora
no me dañaron una vez querida,
sino desde las ganas que tenía de querer hasta cansarme.

sigo viva,
claro...
y con labios rojos.