no es que la vida se haya ido al garete,
no es por eso que me cuesta dormir.
Son los bichos.
Los bichos de muchas patas
que pueden recorrerte la espina dorsal
en menos de 3 segundos.
Los bichos son el miedo.
Y no siempre es al revés.
Descubro capa por capa
esa vida que hay debajo
de las otras vidas que me cubren.
Lo real
no siempre se palpa.
Por eso no tiene temperatura ni tacto.
Retrocedo.
Qué afán tonto
pretender recuperar lo ya perdido.
Así que miro de frente,
cambio las sábanas
y les doy un ultimátum a los bichos.
Que me dejen vivir tranquila.
No voy a cederles ni media baldosa de mi cuarto.
Mucho menos lo sensible,
palpable o no.
No sé como cerrar el texto.
Quizá como un sobre.
Saliva en el borde.
Listo.