
"La gente sin imaginación cree que los demás también llevan una vida mediocre"
E. VILA-MATAS
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'Nicolás llora lágrimas muy dulces' - piensa Elsita- 'debe ser porque nació muy lejos del mar y no conoce el sabor de las olas'. Lo descubrió aquella tarde al besar las mejillas de su amigo, intentando consolar su pena de niño asustado.
Elsita pasaba muchas horas en casa de Nicolás, y con el tiempo había aprendido a descifrar las miradas de aquel niño tímido de ojitos color canela. Algunas tardes ni siquiera se dirigían la palabra. Disfrutaban de su compañía y respetaban el silencio del otro. Entonces aparecía en el cuarto de su hijo la hermosa señora Ruth, como escapada de un cuadro de Sorolla, casi siempre vestida de blanco. Era el momento en que Elsita inventaba conversaciones con las que esconder a la madre de Nicolás que hay tardes en las que su hijo está muy triste.
'Me ha contado Nicolás - comentaba vivaracha Elsa - que esta noche soñó con un gran barco pirata, que cruzaba la ciudad y todos salíamos a fotografiarlo... que raro, verdad Ruth? como vamos a quedarnos tan tranquilos si vienen los piratas...?'
Elsa notaba como Nicolás le daba las gracias con los ojos y a ella le bastaba. Por eso inventó conversaciones, tardes enteras... inviernos completos para la señora Ruth. Y es que desde que su pequeño se puso enfermo a penas salía, y siempre estaba pendiente suyo, haciéndole cariños y regalos.
En ese tiempo, Nicolás se hizo muchas promesas. Se prometió a sí mismo que el día en que se recuperase, le tocaría contar a él una gran historia, en la que el final feliz sea enterito para Elsa.. Pero mientras tanto le cambió el sabor a su llanto, para regalarle lágrimas dulces a cambio de historias y secretos.