
Fumo. No demasiado, pero lo suficiente para querer dejarlo cada domingo. Los domingos son los días para dos. A mí me gusta que haya más gente. Alguna más. Comer golosinas y echar alguna partida. Ni ordenador ni Play. A mi me gustan los tableros-tableros, con fichas de verdad, de las que se pierden y se sustituyen por botones. No soy buena pareja, tampoco en el trivial, sólo sé contestar las preguntas del resto de equipos. Jamás conseguí un quesito naranja por mí misma... Me gusta comer cosas que no haya que cocinar. Fruta. Aceitunas. Queso. Me encanta el queso, y sólo en eso soy un poco rata (que ya lo dice el horóscopo chino). Yo es que cocino fatal. Por impaciente, pero sobre todo, por esa obsesión compulsiva por tener la cocina perfectamente ordenada.
Me gusta limpiar. Pero sin prisa. Limpiar despacito. Limpiar bailando. No sé vivir sin música. Pero no me vale cualquiera si no la elijo yo. Eso no significa que no tenga cds tales como el de Falete, los Grandes Éxitos de Pepa Flores, Golpes Bajos o Natalia Lafourcade. Tampoco sé vivir sin el café de por las tardes. Lo prefiero fuera de casa y después irme al cine. Sóla. Me gusta el cine sola. Porque no soporto que coman a mi lado mientras veo una película. Ni que susurren. Ni que se metan mano. Ni que respiren demasiado fuerte. A veces me aterra pensar esas cosas. Pensar que cada vez me gusta más hacer cosas sola. Pienso que soy cobarde. Mucho. Demasiado cobarde... lo que no soy es romántica (lo mío es ñoñería personal). Porque en realidad, no sé si me enamoré muchas veces, o ninguna. Depende del día en que me preguntes. Los días que no sé dar respuestas suelo salir de fiesta sin ganas, pero al final, siempre es pronto para volver a casa. No me conformo. Aunque cierren. A mí me gusta que nos pongan la última y barrer el bar. (El té de caramelo, el vino o los ginlemmons, saben quitarme más que la sed). Tengo pocos amigos. Pero tan buenos tan buenos, que podría arañar por ellos. Soy zurda de ideas y feminista. ¿qué pasa? y hay muchas cosas que me quedan por decidir. Y después tal vez decidir que me equivoqué. Y volver a arrepentirme... y así. Esas cosas me pasan mucho. También con la ropa. Porque me pongo cualquier cosa, sin pensar, pero es imprescindible que no combinen estilos ni/o colores. Luego en la calle, no me veo tan bien como en el espejo de mi habitación. Es más sencillo elegir zapatos. Hace mucho que no los uso de tacón, porque no me gusta mirar desde arriba, a no ser que esté volando. Me gusta mirar el mar desde la orilla, y cerrar los ojos. Pero yo siempre seré más de las piedras. Y hay algo (lo tengo muy claro) que jamás podré cambiar, y es que aunque las tenga cerca, en la mismísima puntita de la nariz, siempre siento nostalgia de las jaras...